Patología de las vías lagrimales
El lagrimeo representa una parte importante de la patología que se atiende en los servicios de oftalmología. Aunque pueda parecer una patología banal, no lo es para quien la padece y, si bien no genera repercusiones graves para la salud del individuo, puede llegar a ser tremendamente invalidante para el enfermo, con importantes consecuencias psicológicas y laborales.
Cuando el oftalmólogo atiende a un paciente con lagrimeo, el objetivo es aclarar la causa del problema y decidir el tratamiento adecuado. Son posibles las anomalías en cualquier lugar a lo largo de la vía lagrimal, desde la producción hasta el drenaje. La edad del paciente es un buen indicio sobre la causa probable del problema, será distinta en una paciente de 60 años que en un niño. Pero existen muchos procesos capaces de producir lagrimeo, la exploración puede ser larga. Deberemos descartar en primer lugar problemas del párpado o de las pestañas y si no se observan, la causa radicará en una obstrucción del drenaje lagrimal. Entonces deberemos realizar una serie de pruebas.
La mayor parte de la lágrima es fabricada por la glándula lagrimal principal, situada en la parte súpero-externa de la órbita, aunque existen algunas otras glándulas lagrimales accesorias en los párpados y conjuntiva.
El drenaje normal de las lágrimas requiere un bombeo lagrimal funcionante y un sistema de drenaje intacto. La distribución y el drenaje adecuado de las lágrimas precisan un funcionamiento normal de los párpados. El parpadeo bombea las lágrimas desde la conjuntiva hacia el saco lagrimal y de éste hacia la nariz. Cualquier anomalía en la frecuencia o calidad del parpadeo afectará a la distribución de las lágrimas.
Desde el lago lagrimal, situado en la superficie del ojo, las lágrimas entran en los puntos lagrimales y recorren los canalículos lagrimales superior e inferior, que desembocan en el saco lagrimal. Éste es una cavidad que se extiende en sentido vertical hacia abajo y continúa estrechándose y formando el conducto nasolagrimal, que atraviesa el hueso y termina en el meato inferior de la fosa nasal. Una anomalía en cualquier lugar a lo largo de esta vía, desde los puntos lagrimales al conducto nasolagrimal, puede retrasar o bloquear el drenaje de las lágrimas y habitualmente causa un ojo lloroso.
En ocasiones, el ojo lloroso se acompaña de signos de infección como conjuntivitis de repetición, secreción frecuente en el ojo y pestañas e incluso con dacriocistitis, que son infecciones graves del saco lagrimal que cursan con gran inflamación en el canto interno, dolor importante y malestar general.
El oftalmólogo debe intentar averiguar la causa del lagrimeo, el lugar de la obstrucción de la vía lagrimal y determinar el tratamiento más adecuado para cada paciente.